24.7.11

Verdad lógica

¿Puedo contar con vos para pintar el techo de mi baño? Todo está en la primera línea. Convencido de que, para explicar a Constanza, tengo que hablar del techo de mi baño. Pero, ¿es realmente mi baño, o es el de ella? La verdad está en las decisiones arbitrarias, ya no puedo echarme atrás.
Supongamos que el baño es mío. Constanza tiene que ser alta, sino cómo va a ayudarme. Pero nunca me gustaron las chicas altas. Bien, Constanza no es alta pero sabe pintar. ¿Techos o cuadros? Puedo haberla conocido en Bellas Artes, en una de esas muestras en las que me paseo tamizando cuadros, pero sobre todo adivinando la cara de la pintora que decidió un cactus amarillo y un pajarito verde.
Luego pintura azul. En la nariz, se ríe. Es posible la risa, pero el azul desentona en el blanco baño (justifico la inyección de ternura repartiendo por esté cielo nubecitas azules, como cuando chicos. Pero esos diseños se alejan de mis gustos estéticos, ergo la bifurcación: los permito por amor o deseo, o estamos en el baño de Constanza).
Es su baño. No subo la escalera, ni me mancho un dedo, apenas la miro y sonrío, idiota, pensando en la rigidez de mis hombros y queriendo arrancarme los brazos para esconderlos un rato en el tanque del inodoro.
Suena el teléfono. Como soy el más limpio me toca contestar. En la mesa de vidrio encuentro el aparato negro. ¿Soy el titular de la línea? No lo sé y corto. Entonces el ruido, Constanza en el suelo de su baño. Está inconsciente, la tomo por detrás del cuello. A Constanza en el suelo con espejos. Y es hermoso: desde arriba sólo ella, y yo cien veces distinto. Quedarme indefinidamente, todo es transparente, empezamos a flotar sin una canilla abierta, sólo su risa inundando, ahogándome, y muriendo a gusto descubro que así puedo vivir. Entonces me odio, me odio de veras, es evidente, todo es mentira, hice trampa, hablé del piso y no del techo, ya su cara como un mapa, ríos calientes desde el pelo alimentan un mar rojo.
La apoyo en el suelo, cuidándola de los espejos, corro al comedor. Tomo el teléfono, una y otra vez la pregunta sin respuesta. Busco vendas, alcohol, nada. Hay una puerta, sí, pero lo mismo, no tengo llaves. Ni más decisiones arbitrarias para tomar.
Vuelvo al baño y me bajo el pantalón. Empiezo a tocarme pero es inútil. La doy vuelta y le levanto la pollera. Eso facilita las cosas. La penetro enérgicamente, una, dos, cinco veces. A cada embestida su cara se va cortando, lo mismo que sus rodillas, no, no es suficiente, tengo que despertarla. Como a un cadáver la meto en la bañera, abro él agua fría. Su cara se va lavando, ahora es un mapa ferroviario pintado de vida muriéndose. Me acuesto encima suyo e intento besarla. Me dice: “Algo está mal”.
Sentado a la mesa, tomo el teléfono y marco. Miro hacia abajo, veo mis rodillas, mi cara. Es mi línea.

2 comentarios:

Noe dijo...

y sigo sin entender... no es DEMASIADO enredado? :S

Noe dijo...

(pero cómo me copa la estética de tu blos, ja!)

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