Flotando entre la grasa hastiada y la ternura
bailaste sosteniendo con dos dedos la espada
dorada de tu gracia sentada de aprendiz.
De viaje a mi tierra con el hierro de la ofrenda
de tu torre hasta el reino de mi infancia donde espera
de pie el impasible dragón de lustro y vida.
Entrando en el vientre del reptil la estocada
lloró comprobando con dos dedos el caudal
espeso de su savia pesada del encierro.
De regreso a tu lecho de panes de cartón
de cama en cama llevo el signo de metal
de todo lo cortado de mi fuerza y saliva.
Flotando entre la sangre albórea y la virtud
sonreí paladeando con dos dedos el asiento
ya tibio de tu falta colmada de jamás.
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